Entrevista a Josefa del Olmo Robrerillo, «Pepita»

 

 

Cuando yo era pequeño tenía una vecina que hablaba distinto y eso a mí me chocaba. No alcanzaba a comprender que esa mujer sencilla pero con acento refinado, pudiera ser de Cehegín. En efecto, Josefa Del Olmo Robrerillo, ‘Pepita’ para los que la conocemos de toda la vida, nació en los soleados campos de cereales de ‘La Campiña’ de Guadalajara entre los ríos Henares y Sorbe. Llegó a Cehegín en 1.936 desde la capital de España, evacuada por aquella cruenta guerra civil, hace ya la friolera de ochenta años.

Cehegín presenta hoy una preciosa mañana primaveral, luminosa y algo calurosa; de esas que entran pocas en ‘un puñado’. Me encamino hacia la zona de ‘El Cubo’ donde reside Pepita desde hace algunos años, para hacerle una entrevista que llevaba tiempo entre ceja y ceja. A pesar de su cercana centuria, posee una cabeza increíblemente amueblada. Lo recuerda todo. Su cuerpo le responde perfectamente para moverse con desenvoltura por la casa de sus sobrinos Joaquina y José, los que un día la acogieron y donde se encuentra «a gusto» según sus propias palabras.

La gente humilde también tiene biografía. Las autoridades locales le han prometido un homenaje en  el centenario de su nacimiento. Ella dice que «si es que llego». Claro que llegarás, Pepita.

¿Donde viniste al mundo?

Nací el 14 de noviembre de 1.916 en Rotiendas, una aldea perteneciente a Humanes de Mohenando, en la provincia de Guadalajara. Aunque a los pocos años me trasladaron a Guadalajara capital con una tía mía que tenía una taberna en la esquina Olmos, acabando, no sé muy bien por qué, en un convento de monjas en la calle Fuencarral de Madrid.

¿Qué recuerdos tienes de la guerra civil?

Yo estaba sirviendo en Madrid en casa de unos señoritos (así les llama ella). Tenía diecinueve años. Eran las 3 de la madrugada y estaba fregando en la cocina, cuando de pronto oí un fortísimo estruendo y me fui corriendo hacia la ventana; Parecía de día. Una luz impresionante iluminaba Madrid. Era un 18 de julio de 1.936. La ciudad estaba siendo bombardeada. La guerra acababa de estallar.

También recuerdo, durante un bombardeo, ir corriendo a refugiarme en el metro y a una muchacha que corría un poco más rezagada que yo. No llegó a tiempo de alcanzar la boca de metro y desapareció entre la humareda. Nunca lo olvidaré.

¿Cómo fue tu infancia?

Me crié con mi abuela. Te voy a confesar algo: soy hija de madre soltera. Mi madre no deseaba tenerme y mi padre biológico se fue a hacer la mili a Madrid. Mi madre hacía trabajos difíciles sin tener en cuenta su embarazo, como ir al monte a coger bellotas y cosas así, por eso mi abuela la castigaba y no la dejaba salir. Una noche, mi abuela oyó un llanto de bebé. Era yo que había nacido sola, sin médico ni comadrona ni nada. Al cabo del tiempo mis padres acabaron casándose. Recuerdo muy remotamente, que cuando era pequeña me hicieron una foto junto a la virgen de Peñahora, la patrona de Humanes.

¿Fuiste a la escuela, Pepita?

No, nunca fui a la escuela. Pero aprendí a leer y a escribir yo sola viviendo ya en Cehegín. Un día me fui a la imprenta de la Cuesta del Parador y me compré un libro de la ‘a e i o u’, y por las noches me dedicaba a juntar las letras. Así aprendí.

¿Has vuelto alguna vez por tu tierra? Háblame de tu familia.

Solo he vuelto una vez a la boda de un sobrino y ya hace muchos años de eso.

Éramos seis hermanos. Tengo una hermana que vive en Marchamalo y otra en Razbona; ambos, pueblos de Guadalajara. Uno de mis hermanos trabajaba en Madrid en la compañía del Gas. Allí, en un convento, conoció a una monja de Bullas cuya madrastra era de El Escobar y se enamoraron. Al poco tiempo ella colgó los hábitos y se casaron. Hablo con mis hermanos-los que quedan-de vez en cuando. Alguna vez, mis familiares han venido a Cehegín a verme.

 ¿Cómo fue tu llegada a Cehegín?

A algunas familias y a mí, nos mandaron evacuados una mañana en una especie de furgoneta desde Madrid a Murcia. Luego llegamos a Cehegín en tren. Yo no había oído hablar en mi vida de Cehegín (ríe). A mí me acogieron en casa de «Anica la de la tía Jorja», en La Muela. Tenía veinte años.

¿Cómo conociste a tu marido?

Él pasaba todos los días por La Muela camino de El Escobar, y se sentaba en la puerta de la casa a hablar con nosotros. Trabajaba en la finca de don Antonio Sandoval como escardador. Se llamaba Antonio Fernández López.

Al final, acabamos casándonos; por cierto, dos veces: una durante la guerra (se supone que civil), que no nos valió y otra después de la guerra, en La Magdalena, que ya fue la buena.

Te voy a contar una cosa que nunca le he contado a nadie: cuando el padre Rodríguez, que fue quien nos casó, nos echó la bendición, mi marido se fue a trabajar y yo me quedé en la iglesia (se ríe abiertamente).

¿Por qué decidiste que ésta sería ya tu tierra para siempre?

Una vez casada, empecé a trabajar como sirvienta en la casa de don Antonio Sandoval. Mi marido echaba horas también en sus tierras. Vivíamos en la calle Unión, junto a la casa conocida como ‘La Sinagoga’. Allí vivió algunos años Pepe Lorencio; yo le daba casi todos los días un plato de comida y él se llevaba el agua a su casa en un caldero, pero acabamos peleándonos porque la tiraba en la calle. No sé por qué lo hacía, era tan raro… Yo se lo dije a su sobrino Paco Lorencio, que entonces era alcalde, y le obró un aseo y le puso el agua.

También echaba horas en la casa de doña Irene Marín, la esposa de don Fabio Carreño, de Bullas, a la vez que aprendí a ser ‘peganta’. Le hacía ‘pares’ a Juan Peñalver que tenía la fábrica a un paso de mi casa.

Yo era muy feliz a pesar de la humildad con que vivíamos mi marido y yo; por eso nunca me planteé salir ya de Cehegín.

¿Cómo es tu vida ahora, Pepita?

Estoy a gusto. Vivo aquí desde hace catorce años. Antonio me dejó viuda y viví bastantes años sola en mi casa, hasta que sus sobrinos me trajeron a vivir con ellos. Antonio murió porque se lo comía el colesterol y no le hacía caso a los médicos. Estuvieron a punto de cortarle las dos piernas; tenía gangrena. Se fumaba dos cajetillasde tabaco todos los días.

Ya no puedo, pero hasta hace unos años, iba de viaje con los pensionistas. He estado en Galicia, en Palma de Mallorca y en algunos sitios más.

Los hijos de «mi señorita Isabel» (Isabel Sandoval), cuando vienen a Cehegín por fiestas y Semana Santa, bajan en su coche a por mí y me llevan a su casa de la Calle Mayor a ver las procesiones. Son como mi familia.

Se emociona al recordar a Juana Mari, aquella niña, hija de unos vecinos, que se crió en su casa. Con las manos tapando su cara para que yo no vea su llanto, me cuenta que murió hace unos años de cáncer siendo aún muy joven. Yo era de las pocas personas que tenían acceso a verla en su lecho de muerte. Se le murió a su marido en sus brazos dándole un beso.

Me dice, casi suplicando, que no le pregunte más, que ya no tiene fuerzas para seguir hablando y yo, respetuoso como no puede ser de otra manera, doy por finalizada la entrevista y me despido de ella dándole un par de besos y deseándole lo mejor en su cien cumpleaños, que se dice pronto.

Así ha sido y es la vida de Pepita, una mujer luchadora que un día emprendió un viaje sin retorno y se quedó para siempre entre nosotros. Eso sí, sin perder su acento castellano.

Antonio Peñalver, Cehegín a 20/5/2016

COMENTARIOS

SARA ABRIL LOPEZ 28 septiembre, 2016 a las 7:59 pm Responder

yo sara, doy fe de todo lo que ha dicho » la pepita» como asi la hemos llamado toda la vida, vecina mia desde siempre, una buena mujer, servicial al maximo, por las tardes de crios estabamos siempre en su casa, de mayores claro tb, jajajjaj, haciamos labores jajaj con la señorita hita. que bien lo pasabamos que recuerdos mas hermosos que tengo de todos aquellos años, esta gran mujer hacia muchas cosas buenas entre ellas las croquetas jajjajajaj, la tortilla de patatas, jugabamos mucho al parchis con su cuñado Rodrigo jajajajjaj uffffffffff que viviencias mas hermosas. siiiiiiiii todos recordamos aun y jamas se nos olvidara esa chica joven que fallecio, otra gran mujer, que seguro desde el cielo nos ve y nos ilumina sobre todo a su familia y a sus maravillosos hijos.
» el antonio» elmarido de la pepita, bueno pues un hombre rudo de la huerta, serio pero respetuoso, formal, se portaba bien con todo el mundo, muy buena gente la verdad que si, muy buenos vecinos. algo raro pero la pepita hacia lo que queria siempre jajajjajaj.
pepita cariño no terminaria nunca de hablar de vosotros, pero hay que terminary con el deseo de que cumplas algunos mas y decirte que te quiero, que te queremos y te recordamos mucho. besossssssssss

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