Juan Antonio Sempere Martínez, el profesor de origen ceheginero que recopiló el vocabulario y folklore de sus abuelos desde su despacho de la Universidad de Berkeley

 

 

‘Somos una casualidad llena de intención’ es una de las frases más repetidas del escritor Mario Benedetti que puede resumir cómo surgió el presente reportaje. Gracias a la casualidad conocí la existencia de Juan Antonio Sempere Martínez, un profesor con raíces cehegineras que ha recuperado el vocabulario y folklore de sus abuelos, desde su despacho de la Universidad de Berkeley, en Norteamérica. Fue su familiar Alberto Rodríguez -autor del libro ‘Desvivir’ sobre el que escribimos hace unas semanas en La Panorámica- quien nos habló de los estudios de Juan Antonio. Es entonces cuando entra en juego la intención que cita Benedetti, y nos ponemos en contacto para que nos cuente cómo y por qué decide ocuparse del dialecto del Cehegín de antaño.

Lo que más nos sorprende es que el libro tiene una coautora de 96 años, Luisa Martínez, la madre de Juan Antonio, que a los 11 años tuvo que cambiar su pueblo por Alcoy.  Gracias a las nuevas tecnologías y a su espectacular memoria, Luisa nos ha contado que «me tuve que marchar de Cehegín en 1935, poco antes de comenzar la guerra. Ese primer viaje duró poco porque meses después, en 1936, mis padres, yo y mi hermano menor regresamos a Cehegín, huyendo de los bombardeos. Después de la Guerra Civil, volví a Alcoy con mis hermanas a trabajar, y allí me quedé hasta los 18 años. En 1942, regresé de nuevo a Cehegín para ayudar a mi padre torrando garbanzos, aunque también trabajé cosiendo alpargatas en la ‘Fábrica Nueva’ de la calle Mayor. En 1948, al fallecer mi padre, partí de nuevo hacia Alcoy, donde ya tenía novio – un soldado al que conocí en el paseo de la ciudad-, y me casé en 1950».

Desde entonces, Luisa ha visitado varias veces Cehegín, la última en 2009.  «Debido a mi avanzada edad no sé si podré volver a pisar sus calles, pero me quedan los recuerdos. Uno de los primeros es de cuando era muy niña, me caí en la lumbre de mi casa y me quemé la pierna. Mi padre, inmediatamente, me aplicó unas hojas anchas de una planta que se cría junto a las acequias y gracias a ellas me curé sin que me quedara ninguna cicatriz. Él me inculcó el amor a mi tierra; nos contaba historias del Cehegín antiguo y nos enseñaba remedios caseros y a identificar las plantas. Además, añorábamos el pueblo porque nuestro modo de vida cambió radicalmente al trasladarnos a Alcoy, una ciudad grande, llena de fábricas; en esa nueva situación pude apreciar, mucho mejor, todo lo que había perdido al irme».

El aluvión de recuerdos no cesa y Luisa prosigue su relato con los días en los que su padre la llevaba montada en el burro desde la calle Portillo, donde tenían casa y corral, hasta la huerta. «Teníamos bancales en Cañantisco, por el casón en la Sierra la Puerta, encima del río Quípar, y por Cantalobos… Gran parte de la tierra se perdió, malvendida, poco antes de terminar la guerra; cuando alguien que sabía que el dinero de la República perdería su validez le compró la propiedad a mi padre. Mi padre esperaba invertir ese capital en una casa y en un local para torrar garbanzos en Alcoy, pero al cambiar el régimen perdimos tierras y dinero. Me acuerdo especialmente de la comida: las gachasmigas, el chamorro, los andrajos, la sobrusa, el mojete y, ¿cómo no?, de la horchata tradicional, que en Cehegín no es de chufas, sino de almendras. Y no digamos de los peros de alcuza, los abercoques y las hortalizas, cuyo sabor era distinto al de otros lugares».

De todas esas vivencias. Luisa y Juan Antonio, su hijo, han recopilado en ‘Vocabulario y folklore del Cehegín de antaño: Contribución al estudio del dialecto murciano’ (Spanish Edition) datos del habla ceheginera de entre los años veinte y cuarenta del siglo XX. Palabras y expresiones todavía usadas en la Región de Murcia como capuzón (chapuzón en el agua); chache (tío); caño (grifo); capaza (capacho para hacer la compra); culero (pañal); culiverde (ceheginero); llantera (llanto); macoca (golpe en la cabeza); majencar (cavar); pesambre (pesadumbre, enfado); chambra (camisa interior femenina)…… Y también muchos vocablos relacionados con el cáñamo como almará (punzón); apargate (alpargata); armar (poner la soga),….

Más curiosas son las características morfosintácticas recuperadas como las palabras en plural ‘verdás’, ‘probalidás’, barbaridás’, ‘alquilés’,…, en las que se pierden las consonantes finales.  También se incluyen nanas, rimas, coplas picarescas, dichos, juegos, chascarrillos, cuentos e historias, rezos, villancicos y romances.

Una rica cultura oral que ha viajado miles de kilómetros para ser reunida por Juan Sempere Martínez en su residencia de California. Su historia también es un ejemplo de superación. «Nací en Alcoy en 1951, y a los 13 años empecé a trabajar, con solo mis estudios primarios. Pero en los años 70 ansiaba mejorar mi inglés y me vine a los Estados Unidos con 200 dólares en el bolsillo y un billete de ida. Pronto encontré trabajo en un casino en Nevada por las noches y por el día estudiaba. Así completé el equivalente del bachillerato y dos licenciaturas, con honores. En Reno, estudié antropología, filología inglesa y lenguas indígenas de Nevada. Luego cursé un máster en Canadá y después regresé a los Estados Unidos, donde la Universidad de California -Berkeley- me había ofrecido una beca para hacer un doctorado en filología románica. También he sido catedrático en San José State University -donde trabajé con el profesor ceheginero Juan Francisco Matallana Abril- y profesor visitante en Berkeley en numerosas ocasiones, incluyendo el presente año».

Su interés por el murciano en general y por el habla de Cehegín, en concreto, «surge de la riqueza léxica y paremiológica de mi madre y de la realización de que los dialectos no son reflejos de un idioma mal hablado, sino que ellos mismos constituyen el idioma. En otras palabras, el idioma no es más que una abstracción y a la vez es el conjunto de todos sus dialectos. Todos hablamos en un dialecto. Lo que sucede es que la sociedad suele escoger un dialecto específico como habla de prestigio (generalmente un dialecto urbano y centralizado políticamente) y asigna a las demás hablas un estatus de inferioridad que inherentemente no tienen. Pero intrínsecamente todos los dialectos son igualmente válidos para la comunicación y además cumplen una función integradora entre gentes de una misma localidad o región. En los Estados Unidos todo lo que tiene que ver con el español es de interés, pues no en vano hay más hablantes de español que en España (53 millones). A los especialistas de la universidad en Berkeley les fascinó la diversidad de sustrato en el vocabulario dialectal del murciano, así como las características únicas de su fonética en todo el ámbito hispano. Del vocabulario ceheginero les llamó la atención la abundante terminología en la manufactura de las alpargatas».

Juan Sempere Martínez visitó Cehegín el pasado mes de agosto. «Estuve con mi primo – por vía paterna- Rafael Martínez Portero (conocido artísticamente como ‘Rafa Porter’ y familia de los Pitantes); y ya estaría allí de nuevo si no fuera por la Covid-19. Los demás tíos de mi madre se fueron a trabajar a Barcelona y a la provincia de Gerona a principios del siglo XX, donde aún viven sus familias. Por vía materna, los Birragos residen en Mataró o en los alrededores de Barcelona. Hoy en día gracias al ADN y a internet, los descendientes de esas familias nos estamos conociendo y es muy emocionante».

Su madre, Luisa Martínez destaca que «mis tres hijos -Juan Antonio, Emilio (que falleció en 2016) y Luisa- sienten cariño por Cehegín, ya que yo siempre les he hablado de lo hermoso que es. Cuando alguien en la familia enfermaba, hacía una promesa e íbamos al pueblo a ver a la Virgen de las Maravillas. Mi hija cuando va a Cehegín siempre compra morcillas, relleno, butifarras y dulces del Motolite».

Como bien matiza Juan Antonio, «se dan dos actitudes diametralmente opuestas por parte de los que abandonan su tierra (mi madre no se considera emigrante ya que, según ella, los emigrantes son los que se van a un país extranjero). Los hay que se olvidan de su lugar de procedencia y se integran muy pronto a su nuevo sitio de acogida. Otros, sin embargo, se niegan a ser asimilados y se mantienen completamente fieles a sus orígenes. Mi madre es de los segundos. Salió de Cehegín en 1935, pero su corazón y su alma, continúan correteando por la cuesta del Partidor, jugando en los poyicos adyacentes a la calle Portillo y haciéndole vestidos a su muñeca de celulaire [celuloide] o a una rana, que cumplía las funciones de muñeca. En ocasiones, mi hermano se refería a mi madre jocosamente como una “abertzale” o patriota ceheginera; tal es su inquebrantable devoción a su pueblo».

 

 

 

 

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COMENTARIOS

Montse 23 julio, 2020 a las 3:34 pm Responder

Que bonito ,primo Juan Antonio es precioso saber de nuestros origenes

María Luisa Perez Martinez 23 julio, 2020 a las 10:48 pm Responder

Soy prima de Juan Antonio. Tengo el libro publicado, que él mismo me regaló.
Es un gran trabajo sobre el vocabulario de Cehegin muy interesante. Y, yo me siento muy orgullosa de ser pariente tan directa del autor y de su madre a los que tengo un gran cariño.

juan vicente satorrees martinez 4 agosto, 2020 a las 6:39 pm Responder

Vicente primo de Juan Antonio, tengo un primo muy inteligente y muy buena persona ,lastima que tuviera que irse de España pero nos acordamos mucho de ti un abrazo

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