
Hace pocos días me llegó la noticia de que cierra sus puertas la librería ‘Librillos’ de Cehegín. Lo supe como suelen saberse las cosas en los pueblos, por el boca a boca. La noticia se comentaba entre padres y madres entre caras de pena, pero intercalada con otros temas de conversación sin más fundamento, sin darle mayor importancia. Sin embargo, al llegar a casa, yo noté que la noticia seguía rumiando insistente en mi cabeza, así que hice lo que hago siempre que no consigo sacarme una idea de la mente: escribir para descubrir el porqué.
No es sólo que otro negocio más baje la persiana en este pueblo ya tocado por la despoblación y el abandono institucional, sino que el cierre de Librillos es la pérdida de un referente cultural en la Comarca del Noroeste, de un refugio para nuestros hijos e hijas creado con sumo cariño y esfuerzo por Juani y Sole, dos magas que han hecho soñar a niños y adultos por igual. No sólo perdemos una librería, estamos perdiendo la misma esencia humana. Perdemos el aroma de las páginas de un libro recién salido de imprenta, el calor del trato humano, la cercanía, la recomendación del libro perfecto para el momento vital exacto, el cariño que se transmite en un cuento bien contado, la sorpresa y la emoción en las caras de nuestros hijos e hijas al descubrir los mil universos que encierran las páginas de un buen libro.
La magnitud de esta pérdida, como en cualquier duelo, sólo la sentiremos pasado un tiempo, con todo su peso, cuando no nos quede más que la furgoneta de Amazon paseando anónima por nuestras calles. Ya no sabremos lo que leen nuestros vecinos y vecinas, si es que leen. Perdemos otro lugar de encuentro en estos tiempos de individualismo extremo. Sin duda, con Librillos se va irremediablemente un pedazo enorme del alma de Cehegín que, a muchos, nos deja huérfanos.
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