Agonía y muerte del Obispo Caparrós de Cehegín. Por Antonio Peñalver y Juan Espín

 

 

José María Caparrós y López nació en Cehegín, en calle Cuesta del Parador el día 27 de septiembre de 1838. Era hijo de Juan Antonio Caparrós, de oficio labrador propietario aunque de formación académica, ya que era perito agrónomo y de María Josefa López Sánchez, dedicada a las labores del hogar.  Nuestro clérigo más ilustre era, por tanto, de procedencia acomodada, como así lo demuestran los datos que acompañan su alumbramiento y de un alto concepto religioso, ya que tanto él como su hermana Piedad, religiosa de clausura  en el convento de Agustinas Descalzas de Almansa, dedicaron su vida a profesar el credo católico.  

Cursó estudios siempre con nota de ‘Meritíssimus’ de Latín, Humanidades, Filosofía, Teología y Cánones en el Seminario de San Fulgencio de Murcia, donde más tarde fue catedrático de casi todas estas asignaturas, recibiendo el grado de bachiller en Sagrada Teología con dispensa de derechos por su aplicación y aprovechamiento. Tanto en éste como en los títulos de licenciado y doctor obtenidos en Toledo, logró la calificación de ‘judicum némine discrepante’ (sin que nadie discrepe, por unanimidad).

Ordenado presbítero con dispensa de edad en 1862 a título de una cátedra de Teología, desempeñó los curatos de Almansa, Jorquera y Mula de segundo ascenso y los de San Antolín de Murcia, El Salvador de Caravaca y Santa María Magdalena de Cehegín de término. En la invasión colérica de 1885 prestó en Cehegín servicios de tal importancia, que el Ayuntamiento de la villa acordó nombrarle Hijo Predilecto.

El día 25 de enero 1875, el Obispo Lendeira , manda a José María Caparrós, como párroco, a la Parroquia del Salvador de Caravaca para poner paz en  el llamado «Cisma de Caravaca» entre la Vicaría de la Orden de Santiago y el Obispado de Cartagena-Murcia. Allí permanecerá  hasta 1879 con el título de Arcipreste.

En el año de 1885, asume el Canonicato de Gracia de la Santa Catedral de Madrid. En 1.886 es nombrado capellán rector de la Iglesia de Santa María Magdalena de Madrid y de su Casa-Corrección; en 1888 se le encomendó la reorganización del Centro Eucarístico, nombrándosele después Superior Eclesiástico de dicho centro, cargo que ocupa hasta que en 1890, en virtud de ‘Real Nombramiento’, pasa a Roma comisionado para estudiar el estado de los Reales Establecimientos Españoles y proponer las reformas necesarias.

En 1891 fue nombrado Arcipreste de la Santa Catedral de Madrid, Protonotario Apostólico ‘ad instar participantium’ y Juez Prosinodial para el concurso a curatos de esta Diócesis y en 1893, Catedrático de Teología Pastoral en el Seminario Conciliar.

Al mismo tiempo asumió la dirección general de la Confraternidad de Sacerdotes Adoradores y de la Hermandad de la Oración Nacional por la Unidad Católica en España; así como ponente en los congresos católicos de Zaragoza, Valencia, Sevilla y Tarragona.

El día 13 de abril de 1896, don José Mª Caparrós y López fue presentado para asumir el obispado de Sigüenza, vacante por defunción de don Antonio Ochoa y Arenas, siendo preconizado por el Sumo Pontífice León XIII en el Consistorio público celebrado el día 25 de junio de ese mismo año. Una vez venidas y despachadas las bulas, fue consagrado en la Iglesia de los RR. PP. Dominicos de la villa de Vergara el 2 de agosto de 1896, siendo consagrante el Arzobispo-Obispo de Madrid-Alcalá, el más tarde Cardenal Cos, asistido por los prelados de Vitoria y Palencia. Le apadrinó en tan solemne acto el Excelentísimo Señor Marqués de Pidal, por aquel entonces embajador de España ante la Santa Sede. De Vergara marchó el nuevo Obispo al Congreso Eucarístico de Lugo, donde leyó una preciosa Memoria sobre la España Eucarística Contemporánea.

Tanto la ciudad de Sigüenza como su Diócesis esperaban con gran anhelo la llegada del nuevo prelado, quien eligió el día de la Natividad de Nuestra Señora, el 8 de septiembre, para hacer su entrada pública en la capital. Acompañado de amigos y personas relevantes, salió esa mañana de Madrid, llegando a Sigüenza hacia el medio día, yendo en coche desde la estación hacia la Catedral; allí fue recibido por el Ilmo. Cabildo y Cuerpo de Señores Beneficiados. Oró en el templo, visitó la sepultura de su antecesor rezando muy devotamente un responso sobre ella. Al terminar, se marchó a su palacio para descansar y hacer aquella misma tarde la entrada solemne.

A las 4’00 de la tarde salió de su palacio, donde le esperaban las autoridades y el gentío. Frente al Seminario Menor montó en una mula blanca, llegando entre atronadores vivas a la ermita del Humilladero; allí se apeó de la mula y, revestido de pontifical, se organizó la procesión, dirigiéndose todos a la Iglesia Catedral, en cuyo atrio hizo los juramentos de costumbre. Ya en el interior del templo y desde el Altar Mayor, dio la bendición al pueblo, pasando posteriormente al clásico besamanos que, por la bondad del Señor Obispo y por la gran cantidad de gente allí congregada, se prolongó hasta el anochecer.

El día 1 de octubre, don José Mª Caparrós presidió la inauguración del curso en el Seminario Conciliar. El día 20 del mismo mes recibió al Arzobispo de Zaragoza don Vicente Alda y el día de la festividad de Todos los Santos, ofició de pontifical, advirtiéndosele ya una marcada fatiga.

Muy pronto tomó caracteres alarmantes su falta de salud que, por su conocido padecimiento reumático, acabó produciéndole una grave afección cardiaca que le obligó a salir para Madrid aquel mismo 22 de noviembre donde experimentó una leve mejoría que le duró muy poco, llegando a agravarse hasta el punto de que él mismo pidiera que le administraran los Sacramentos de la Penitencia y Santo Viático. Por fortuna, experimentó un cierto alivio en su enfermedad, abrigándose esperanzas de recuperación hasta tal extremo que, con motivo de las festividades de la Pascua de Navidad, mandó el señor Obispo una carta a sus queridos seguntinos (habitantes de Sigüenza), dándoles las gracias por sus oraciones al Señor.

Haciendo caso a los facultativos, marchó de Madrid a Murcia, su tierra, a principios de enero en busca de un clima más propicio para su cuerpo enfermo; pero a los pocos días de su llegada, le atacó una agresiva pulmonía propiciada por su delicado estado de salud. Era de tan maligna naturaleza que el día 27 de enero de 1897, a las 2’30 de la tarde, habiendo recibido los Santos Sacramentos y la Bendición Apostólica de Su Santidad, expiró el Ilustrísimo Señor don José Mª Caparrós y López a los 58 años de edad.

 LA VISITA DE SU PRIMO PEDRO MARÍA LÓPEZ EN SU LECHO DE MUERTE

Aquella triste mañana del día 27 de enero de 1897, llegó a Murcia, procedente de Valencia, su primo moratallero (recordemos que la madre del obispo Caparrós era de Moratalla), don Pedro María López y Martínez, prestigioso catedrático de Lógica Fundamental y Teoría de la Literatura y de las Artes en la Universidad de Valencia; quería pasar a saludar y abrazar a su primo José María en el Santuario de La Luz, sabiendo que estaba allí reponiéndose de una grave enfermedad, pero sin ser consciente de su estado agónico. Dios quiso que don Pedro Mª llegara a tiempo de verle con vida; pareciera que el buen obispo sacara fuerzas de su debilitado cuerpo, esperando poder despedirse de su querido primo.

José Martínez Tornel (periodista, abogado, escritor y durante un tiempo, archivero en la ciudad de Murcia. Fundador y director del Diario de Murcia), puso enseguida a don Pedro María al corriente del estado real del obispo Caparrós: «Su ilustrísima se nos muere, don Pedro. Hemos mandado un mensaje a su hermana”.

A eso de las 11 de la mañana, don Pedro Mª accedió a la estancia dolorosa, acompañado de José Martínez Tornel, que fue quien le trajo desde la estación del tren y quien narró de esta estremecedora forma lo allí acontecido: «Entramos en la estancia del ilustre enfermo y lo encontramos en las congojas de la agonía, incorporado, anhelante, sostenido entre almohadas y pudiendo apenas respirar por el fuerte ataque de disnea que sufría en aquel momento.  Acompañábanle recitando salmos penitenciales y recomendando piadosamente su alma, el presbítero don Francisco Ruiz Cánovas y su joven mayordomo, el sub diácono don Ángel Larroca. El cuadro era tristísimo. Se veía ya casi caída aquella todavía varonil cabeza, que vacilaba al compás de la fatigosa respiración.

Nuestro amigo don Pedro María, que no tenía idea de la gravedad del mal, no pudo resistir la impresión dolorosa de aquel cuadro, porque ni el consuelo tuvo de que le conociera.

Salimos un rato de aquella fúnebre habitación y al volver encontramos otros sacerdotes, don Regino Lorencio, otro ceheginero ilustre, don Francisco Medina Pérez y don Antonio Miñano, y el enfermo, más rendido.

A la 1’00 del mediodía se reanimó un poco; la circulación se manifestó más fuerte y levantó algún tanto la cabeza abatido; lo cual fue solo un esfuerzo estéril de la vitalidad, pues a los pocos momentos vino el colapso, la enervación, el sudor frío, la respiración imperceptible y, por último, la muerte. Eran las 2’30 de la tarde. Los que le rodeaban le lloraban como se puede llorar a un padre y al mejor amigo.

A nosotros nos produjo su muerte la impresión de una gran desgracia. Contemplando su cadáver, en cuyo rostro no había señales de vejez, aunque sí hondas huellas de un largo padecimiento, pensamos que a los 58 años pudiera todavía el señor Caparrós haber brillado en el episcopado de España, como uno de sus más ilustres prelados. Pensamos que aún pudiera haber sido orgullo de sus amigos, paisanos y parientes, amparando y protegiendo a tantos como quería con cariño de padre. Indudablemente, ante el cadáver del que no ha sido ni un año Obispo de Sigüenza, podía pensarse en algo que vale mucho, frustrado para la Iglesia y para cuantos auguraban al prelado un porvenir brillantísimo. Pero estos no son más que pensamientos que forjan nuestros deseos, limitados en lo humano por afectos y por inspiraciones tal vez egoístas. El que dispone de la vida y de la muerte, para quien están reservados los secretos de ultratumba, sabe lo mejor».

 José Martínez Tornel

Al publicarse en el Boletín Eclesiástico tan triste noticia, se dijo de él: «Los últimos momentos del ilustre enfermo correspondieron fielmente a una vida consagrada de lleno al servicio de Dios, atestiguándolos con una santa resignación a los decretos del Señor con saludables y evangélicos consejos dirigidos a cuantos estaban a su alrededor y, sobre todo, con el recuerdo indeleble de sus amados hijos de la Diócesis de Sigüenza, a quienes momentos antes de expirar bendijo con toda la efusión de su amante corazón».

Acaeció tan triste suceso en el santuario de la Preciosísima Virgen de La Luz, situado a unos cuatro kilómetros de la ciudad de Murcia, donde se halla establecida desde los tiempos del Cardenal Belluga una comunidad de ermitaños de San Antón. Allí recibió sepultura el cadáver del Obispo Caparrós, después de hacérsele solemnes honras fúnebres presididas por el Prelado de Cartagena y Murcia; asistiendo un gran número de señores Prebendados de aquella Santa Iglesia, muchos Sacerdotes y un gran número de fieles. Sobre su sepulcro rezaba el siguiente epitafio:

SUB HOC MARMOREO LAPIDE

RESURRECTIONEM  SPECTAT

JOSEPH MARIA

CAPARROS LOPEZ

EPISCOPUS SEGUNTINUS

OPPIDO  (vulgo) CEHEGIN NATUS

NONDUM MENSIBUS QUINQUE

IN EPISCOPATU EXPLETIS

DIE XXVII JANUARII AN. DOM. MDCCCXCVII

SUAE AETATIS QUINQUAGESIMO SETYMO

E VITA MIGRAVIT

OMNIA SUA PAUPERIBUS LARGIENS

PAUPER VIXIT PAUPER MORTUUS

PAUPERRIME SEPULTUS

SIT DIVES IN SUPERNA FELICITATE

Traducción de Juan Espín García Ripoll: «Bajo esta lápida de mármol espera la resurrección José María Caparrós López, Obispo de Sigüenza nacido en Cehegín, con sólo cinco meses escasos en el obispado. Falleció el día 27 de enero del año del Señor de 1897 a la edad de 57 años. Todos sus bienes los donó a los pobres. Vivió pobre, murió pobre, más pobremente sepultado, es rico en celestial felicidad».

El 31 de enero de 1897, solo cuatro días después de su muerte, se acuerda dar a la Cuesta del Parador de Cehegín, la denominación de calle del «Obispo Caparrós».

En 1972, con motivo del 75 aniversario de su muerte, sus restos fueron trasladados hasta la Iglesia parroquial de Santa María Magdalena de Cehegín donde, depositados al pie de la capilla de la Virgen del Carmen, reposan ya eternamente.

Agradecimientos:

A don Pedro Simón Carrascoso, director del Archivo Histórico de la Diócesis de Sigüenza, por facilitarnos el acceso a las páginas correspondientes al tiempo transcurrido de don José Mª Caparrós y López en la citada diócesis, del libro «Historia de la Diócesis de Sigüenza y sus Obispos» escrito por Fray Toribio de Minguella y Arnedo, sobre datos recogidos del Boletín Eclesiástico de dicha Diócesis de 30 de abril de 1896.

A don Juan Espín Gª Ripoll, por su inconmensurable labor de recopilación documental y traducción del latín para la elaboración de esta biografía.

Al Archivo Episcopal

 

Antonio Peñalver y Juan Espín García-Ripoll

Enero de 2018

COMENTARIOS

Fernando R. Caturla 28 enero, 2018 a las 11:25 am Responder

Enhorabuena por este documental escrito. Muchas gracias

Juana 29 enero, 2018 a las 6:46 pm Responder

Señores ,he leído su artículo y me suenan muchos parrafos del libro del cronista de cehegin titulado el Obispo Caparrós y López,ademas,por si no lo saben sus lectores, el Obispo Caparros esta enterrado en la Parroquia de santa Maria Magdalena gracias a dicho cronista,esto lo comento a titulo informático ya que no he leído en su artículo donde reposan en la actualidad sus restos.

M.Rosario 29 enero, 2018 a las 9:16 pm Responder

Y sobre todo, abundando en el comentario anterior, en el Capítulo II del libro «Cehegineros en el siglo XIX, del mismo autor, titulado «Don José María: Padre rico, Obispo pobre», editado por la Real Academia de Alfonso X «el Sabio», y posteriormente publicado semanalmente, en el periódico de Cehegín, del Excmo. Ayuntamiento de nuestra ciudad.

Antonio Peñalver 30 enero, 2018 a las 4:46 pm Responder

Mire señora, el hecho de que el respetado y admirado don Abraham Ruiz escribiera en su momento un libro sobre la figura del obispo Caparrós, no es óbice para que se pueda seguir escribiendo sobre dicho personaje, y más cuando se trata de un reportaje para un medio de comunicación determinado; o qué pasa, ¿que ya no se puede escribir más sobre el mencionado obispo? Si se da cuenta, al final hago referencia a los agradecimientos a quienes han aportado documentación para la realización de dicho artículo que, por cierto, ha costado 2 meses llevarlo a cabo. Por supuesto, la vida de un personaje es la que es y no se puede cambiar a capricho de quien la escribe; pero sí creo que Juan Espín Gª Ripoll y yo, le hemos dado un aire nuevo a la biografía de este importante ceheginero.

Claro que se hace mención al enterramiento definitivo del señor obispo en Cehegín y si no mencionamos que el hecho de que esté enterrado en Cehegín es gracias al prestigioso cronista al que quiero y estimo, es porque no lo hemos constatado desafortunadamente (tomamos nota) y, por cierto, «santa» es con mayúscula; no se dice «a título informático» sino a título informativo.

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