‘El conjunto arqueológico de Peña Rubia’ IV. Cueva de las Conchas. Por Francisco Peñalver, director del Museo Arqueológico de Cehegín

 

 

Está situada en la ladera Noreste de la montaña, en una diaclasa de más de 60 metros de altura y que se hunde en el interior de la tierra otro tanto, no pudiendo haber sido estudiada hasta el momento por las dificultades espeleológicas que presenta.

Está protegida por una puerta de hierro y se localiza en la parte más baja de los farallones de la zona del Cortado, fácilmente visible desde la autovía del Noroeste, a su paso junto a esta montaña. Su boca, ligeramente inclinada da acceso a un largo corredor de más de 20 metros de distancia y su anchura máxima no supera nunca los 2 metros.
Muy cercana al río Argos y a una altitud de 660 metros sobre el nivel del mar. Se tiene constancia de su existencia desde antiguo, pues conocemos un grafiti escrito a lápiz que dice: “Hoy 7 de noviembre de 1898 Fernando…”

Las representaciones pictóricas de esta cueva, ya se conocían también desde antiguo, hay testimonios de personas que hacía más de 80 años que ya las conocían en el momento de la polémica de su autenticidad.
Por el contrario, las restantes pinturas, en concreto los tres paneles de la cueva de las Palomas y la de la cueva del Humo fueron descubiertos con motivo de la prospección sistemática que se realizo en el año 1976 bajo la dirección de San Nicolás del Toro y su equipo.

En esta época, fueron localizadas gran parte de las colecciones privadas de materiales de esta cueva y según sugieren, las encontraron en el primer ensanche de la cueva, pocos metros antes de la localización de la pintura.
Unas 17 puntas de flecha componían la colección, además de un hacha dos azuelas y un cuenco y tres vasos entre otras piezas de hueso y silex además de multitud de cuentas de collar, ya publicadas por El Sr. San Nicolás.

Ya de la representación diremos que presenta una sola escena pictórica que se encuentra a unos diez metros, aproximadamente, de la entrada de la cueva, casi junto al techo de la cavidad. Realizada con un pigmento rojo, al igual que el resto de pinturas. El grupo, está formado por tres figuras humanas, la mayor de 15 cm. de altura, rodeando a un cuadrúpedo, dos de ellas portan arcos y la otra lleva una especie de lanza o palo en la mano derecha. Frente a éstas hay una especie de cáprido por la forma de sus cuernos y por la ausencia de cola, con el vientre muy voluminoso, podría decirse que estaría a punto de parir.  Tanto la figura del cáprido como las tres figuras humanas forman una escena intencionada, de acorralamiento de este animal para su captura. La técnica de elaboración presenta un perfilado previo sobre todo visible en el cáprido y relleno el interior de tintura plana.

En este panel desde hace más de 35 años se puede leer un nombre realizado con el humo de una vela y que se lee JOSE. Y bajo este, otro con JUSTO. Cabe destacar que, al someter las representaciones a la disolución de alcohol etílico éstas, sólo disolvieron las inscripciones y no se alteraron nada las pinturas.

Esta serie de cuevas, reúnen las condiciones idóneas para su utilización como tumbas santuario; primeramente son estrechas y de difícil acceso lo que dificulta su habitabilidad y se encuentran escondidas a los ojos extraños.
El subsuelo de la cueva, muestra una serie de tumbas del periodo Eneolítico, casi totalmente saqueadas desde antiguo y estudiadas por Don Miguel San Nicolás del Toro, que pudo recuperar una parte de esos materiales que casi todos corresponden al periodo Eneolítico; salvo algunos de época ibérica -localizados principalmente en la zona de la entrada de la cueva- lo que indicaría su reutilización posterior, bastantes siglos después y por lo tanto, para un fin muy diferente, lo que no impidió que estas gentes no destruyeran ni alteraran lo que ya había.

Existe la duda de si fueron usadas estas cuevas en época tardía de hábitat o de santuario. Si fueron de vivienda, ésta produciría casi toda su actividad en el exterior y esa sería la causa de la poca acumulación de sedimentos, y también por los pocos elementos de iluminación encontrados. Si por el contrario fue santuario, su uso supondría unos escasos momentos de utilización de la cueva, para la realización del rito durante unos momentos solamente, con lo que la acumulación sería igual de escasa.

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