El cronista tiene espías en los diversos lugares donde puedan aparecer noticias sobre los personajes cehegineros del apasionante siglo XIX que por la importancia social y política que alcanzaron pudo haber sido, y no fue, el siglo de oro de la entonces villa.

Hoy ha aparecido una crónica de fiestas patronales en el controvertido año 1868 debida a la pluma, nada menos, que de don Ramón Chico de Guzmán, que insertamos al final de este trabajo.

EL TIEMPO

El año 1868 en que tuvieron lugar las fiestas que nos ocupan fue el del destronamiento de Isabel II por mor y arte de la llamada ‘La Gloriosa’. A Cehegín afectó como vamos a ver:

– el día 20 de julio y en el Palacio de San Ildefonso (La Granja) concede Isabel II su real licencia para que el flamante Conde de Campillos contraiga nuevas nupcias con su prima doña Emilia Chico de Guzmán y Belmonte cuyo enlace apadrinaron el hermano de la desposada, don Alfonso (el constructor del palacete de Carrascalejo) y su esposa, doña Patricia Muñoz y Domínguez. Como dato anecdótico, o de chismorreo, diremos que el novio contaba 61 años de edad y ella (nacida en Mota del Cuervo), 38. La descendencia al nuevo título condal quedaría asegurada con dos vástagos: don Joaquín, II conde y don Diego Mª, que sería el III conde de la Real Piedad, ambas figuras de intensa proyección y alcance políticos por los cargos que ocuparon a nivel nacional y por su influjo en la economía provincial y del partido judicial, no digamos para Cehegín,

– 7 al 13 de septiembre, tienen lugar las fiestas a que nos referimos, pero es que los entusiasmos festeros de los mismos munícipes, les reúne el día 12, con carácter extraordinario para nombrar Hijo Adoptivo al Marqués de San Mamés, (título que no está en activo, aunque sí los de Balazote,  Fontanar y Lalaing que a la sazón llevaba su padre), familia que tenía casa en Cehegín y que es precisamente la blasonada y actualmente propiedad del Casino

 – el día 30 de septiembre triunfa la revolución que se venía tramando para acabar con el reinado de Isabel II que ese mismo día se exilia a París, dando paso a un ministerio universal del General Serrano y, después, a una regencia del mismo con Prim como Presidente, lo que desembocaría en la proclamación del rey Amadeo de Saboya, tras de las cortes constituyentes  de 1869.

EL AUTOR DE LA CRÓNICA

Don Ramón Chico de Guzmán y Ortiz, cuya efigie campea en la fachada de nuestro Hospital de la Real Piedad y en cuya memoria y recuerdo se llevó a cabo la fundación, que contaba a la sazón veinticinco años y pasaba en Madrid la dulce vida que le deparaba su opulencia y el ambiente amical de un mundo culto y aristocrático dedicando a Cehegín y a las posesiones paternas el prolongado verano que concluía con las Fiestas Septembrinas.

A través de la prensa que aquí se leía y de las cartas de sus amigos, está enterado de cuanto se está tramando en la villa y corte, pese a lo cual vive las fiestas que luego ha de narrar, regresa a Madrid, al lado de Cánovas, para iniciar la campaña que duró ocho años y haría recuperar la corona a los Borbón en la persona del Príncipe de Asturias, don Alfonso XII, que le concedió como “nueva merced” el título familiar que estaba yacente: Conde de la Real Piedad.

En el mes de enero siguiente le veremos como candidato a diputado en las elecciones constituyentes por la circunscripción de este Partido, en las que no salió y a las que concurrieron varios pesos pesados de la política nacional, pero ese es otro cantar.

Publicado  en La Paz de Murcia, el 24-Septiembre 1868

FIESTAS EN CEHEGÍN

Hace ciento cuarenta años que se celebra en Cehegín con gran pompa el día de la Natividad de la Virgen, patrona de este pueblo bajo la poética advocación de nuestra Señora de las Maravillas, y en tan largo espacio de tiempo quizás ningún año se hayan celebrado estas fiestas con más esplendor que el presente. Ha contribuido a ello, además del devoto cariño que profesa a su patrona este religioso vecindario, la gran cooperación que nos han prestado nuestros vecinos de la inmediata ciudad de Caravaca.

Las fiestas han durado seis días, y como de costumbre, su programa se ha compuesto de funciones de iglesia, procesiones, serenatas, corridas de toros y fuegos artificiales. Este año las funciones de iglesia han sido tres, en las que hemos oído notables panegíricos a los reputados oradores D. Esteban Guerra y D. Cayo Ortega, nuestro cura párroco; tres han sido también las corridas de novillos, y los amables empresarios de la plaza de los toros han hecho cuanto estaba de su parte por complacer al público. Pero la novedad de este año, el acontecimiento que más ha contribuido, como he dicho antes, al brillo y esplendor de las fiestas ha sido la venida de la banda de música llamada de los Blancos que sostiene a su costa en la ciudad de Caravaca, el señor Marqués de San Mamés, hijo del Conde de Balazote.

Esta brillante banda que está lujosamente uniformada, entró en Cehegín la noche del 7, con su generoso protector a la cabeza, rodeado de numerosas luces y acompañada de nuestro ilustre ayuntamiento y de los celosos y activos mayordomos de las fiestas.

No tengo palabras bastantes para encomiar, como se merecen, los buenos servicios que nos ha dispensado la banda y la incansable complacencia con que se  ha prestado a todo cuanto podía amenizar las fiestas de nuestra venerable patrona. Durante los seis días que ha permanecido entre nosotros ha estado recorriendo las calles de la población, acompañando las procesiones, asistiendo a los toros y llenando dignamente el lugar de nuestra banda de música, que, con menos elementos, no deja de encontrarse a bastante altura, pero a la cual, por circunstancias especiales, no hemos tenido el gusto de oír este año.

 No es solo lo que tenemos que agradecer a la banda de música de los Blancos; en las noches del 10 y 11 nos ha obsequiado con dos magníficas serenatas que han tenido lugar en la plaza principal de esta villa y para las cuales el marqués trajo de Caravaca un espacioso tablado que adornó con bonitos transparentes, iluminándole profusamente con bombas de porcelana, estrellas de colores, y para algunas piezas con fuegos artificiales y luces de bengala. El repertorio de ambas serenatas ha sido brillante y escogido, alternando en ellas, con los mejores trozos de  “la Lucrecia”, El “Nabuco”, La “Lucia”, el “Poliuto”, y “La Sonámbula”, animados y caprichosos juguetes musicales, composición en su mayor parte de individuos de la misma banda. La ejecución fue esmeradísima y dejó cumplidamente satisfecho al auditorio, que premió a los ejecutantes, con nutridos y numerosos aplausos, arrojándoles con profusión palomas, coronas de flores y versos.

La banda de los Blancos cuenta con artistas de sobresaliente mérito y está compuesta en su totalidad de inteligentes músicos, de cuyos rápidos y notables progresos puede estar con justicia orgulloso su entendido director D. Alfonso García, y sobre manera complacido su espléndido protector, el joven y simpático marqués, a cuya poderosa iniciativa y generoso desprendimiento debe la banda el brillante estado en que se encuentra hoy.

Todo este pueblo está profundamente agradecido a los esfuerzos que han hecho en su obsequio sus convecinos de Caravaca y a las liberalidades de D. Fernando de Mendoza y Uribe; en prueba de agradecimiento, nuestra corporación municipal reunida en sesión extraordinaria, ha declarado hijo adoptivo de esta villa al Excmo. Señor Marqués de San Mamés, grande de España de primera clase.

El 13 por la tarde, día señalado para la partida de la banda de música, salió a despedirla a bastante distancia de la población la inmensa mayoría de este vecindario, sin distinción de sexos ni categorías y les acompañaron hasta Caravaca los mayordomos, los empresarios de la plaza y otras muchas personas, entre las cuales tuve la honra de contarme; una multitud de caravaqueños salió a recibirnos, y la entrada de la música a la ciudad fue una ruidosa y completa ovación.

Un gentío inmenso ocupaba las avenidas de la casa de San Mamés y las principales calles, y dio numerosos y entusiastas vivas al marqués, a la música y a los cehegineros. Todas las personas allí presentes, conservarán eterno recuerdo de tan inolvidable y conmovedora escena.

Después de esto, nuestro amable anfitrión nos obsequió con un magnífico buffet, y se improvisó en los espaciosos salones de su casa un agradable concierto, en el cual, entre otros aficionados notables, tuvimos el gusto de oír al señor de Jaén, joven muy conocido en los círculos de Valencia, y que toca el violín de una manera tal, que no se desdeñaría de contarle entre sus buenos discípulos de nuestro inimitable Monasterio.

Dispense V., señor director, la gran extensión de esta carta; no está dictada por un sentimiento de vanidad pueril, ha nacido de la íntima idea que hace mucho tiempo vengo acariciando: “La Fraternidad de estos dos pueblos”.

Las relaciones entre la ciudad de Caravaca y la villa de Cehegín no eran tan cordiales como debía esperarse de la proximidad en que se encuentran: rancias preocupaciones, luchas políticas, mezquindades locales habían introducido en ellas cierta tirantez que era preciso cortar.

Dos pueblos que histórica y geográficamente están con tan intimidad, enlazados, que tienen el mismo origen, que juntos se convirtieron a la religión católica, que juntos sellaron con su sangre el común territorio que defendían de las algaradas de los moros fronterizos, que juntos recogieron algunas páginas de gloria, no pueden ser enemigos.

Hace mucho tiempo en el fondo de todos los corazones, en la atmósfera misma, latía y palpitaba esta verdad; pero estaba latente y oculta, por no encontrar ocasión de mostrarse; pero esta ocasión ha llegado, y con los brazos abiertos la hemos recibido.

Dispense V., señor director, si abuso de las columnas de su periódico para hacer esta manifestación de mis sentimientos y saludar afectuosamente a nuestros hermanos de Caravaca.

Cehegín, 14 de septiembre de 1868,                 Ramón Chico de Guzmán